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paisaje” (1941, 244)2. La crítica de Pedreira, acertada en ciertos aspectos, no deja de revelar un alto grado de gazmoñería y puritanismo de parte del crítico.
Pero significativa y reveladoramente el antólogo no recoge ningún cuento de Belaval.
En 1956, diez años después de la aparición de Cuentos para fomentar el turismo, Enrique A. Laguerre publica su Antología del cuento puertorriqueño. Aquí recoge una variedad de textos, desde algunos del siglo XIX, de Manuel Fernández Juncos, por ejemplo, hasta otros de la década de 1940, como los de Abelardo Díaz Alfaro de Terrazo (1947) y de José Luis González de El hombre en la calle (1948). También se incluyen textos de autores que hoy son completamente desconocidos aún por lectores especializados, como Ángel M. Villamil y Jacinto Texidor. Pero significativa y reveladoramente el antólogo no recoge ningún cuento de Belaval. El hecho, más allá de retratar los gustos, preferencias, prejuicios y afinidades de Laguerre, puede tomarse como muestra de la poca aceptación que tuvo en ese momento la cuentística de Belaval3.
También en 1956 apareció la que se presupone sea la primera historia de la literatura puertorriqueña, obra de Francisco Manrique Cabrera. Este asevera en la misma que “los Cuentos para fomentar el turismo sigue para nosotros siendo la obra maestra de este escritor” (1956, 300). La aseveración revela los gustos personales de Cabrera, pero no establece el mérito de la colección de cuentos de Belaval en el contexto amplio de la narrativa puertorriqueña del momento4.
Un año más tarde Concha Meléndez, diligente y devota estudiosa del cuento puertorriqueño, en su Antología de autores puertorriqueños: El cuento (1957) vuelve a comentar las dos primeras colecciones de cuentos de Belaval en una importante muestra donde se establece con mucho más rigor histórico que en la de Laguerre el canon de este género en la Isla. Meléndez, como Pedreira y Bosch, no valora positivamente Cuentos de la universidad, pero, como Bosch, exalta Cuentos para fomentar el turismo:
Todos [los cuentos] han de perdurar en nuestra historia literaria por su valor artístico, aun cuando la protesta que implican se haga innecesaria algún día porque se hayan resuelto los conflictos dramatizados en ellos. (1957, XXXI)5
Cuentos para fomentar el turismo de Emilio S. Belaval: El caso de una obra maestra incompleta • Efraín Barradas